UN PACTO
La Consagración puede reducirse a un pacto:
a aquel que Yo pedí a mi primer apóstol de España, Bernardo de Hoyos, y antes, en términos equivalentes, a mi sierva Santa Margarita:
Cuida tú de mi honra y de mis cosas; que mi Corazón cuidará de ti y de las tuyas.
También contigo desearía hacer este pacto.
Yo, que como señor absoluto podría acercarme exigiendo sin ningunas condiciones,
quiero pactar con mis criaturas. Y tú ¿no quieres pactar conmigo? No tengas miedo que hayas de salir perdiendo.
Yo en los tratos con mis criaturas, soy tan condescendiente y benigno, que cualquiera pensaría que me engañan. Además, es un convenio que no te obligará de suyo ni bajo pecado mortal, ni bajo pecado venial;
Yo no quiero compromisos que te ahoguen; quiero amor, generosidad, paz: no zozobras ni apreturas de conciencia.
PARA REFLEXIÓN
DE TODOS LOS CONSAGRADOS.
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