sábado, noviembre 08, 2014

La cuestión del tributo

(Mt. 22.15-22; Lc. 20.20-26)
13 Y le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos, para que le sorprendiesen en alguna palabra.
14 Viniendo ellos, le dijeron: Maestro, sabemos que eres hombre veraz, y que no te cuidas de nadie; porque no miras la apariencia de los hombres, sino que con verdad enseñas el camino de Dios. ¿Es lícito dar tributo a César, o no? ¿Daremos, o no daremos?

15 Mas él, percibiendo la hipocresía de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme la moneda para que la vea.
16 Ellos se la trajeron; y les dijo: ¿De quién es esta imagen y la inscripción? Ellos le dijeron: De César.
17 Respondiendo Jesús, les dijo: Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. Y se maravillaron de él.

Reflexión


DIOS SE MUESTRA SEÑOR DE LA HISTORIA Y ASEGURA QUE NO HAY OTRO DIOS

Entendemos que el poder político es autónomo para tomar las decisiones propias de un gobierno, sin embargo quienes gobiernan caen muchas veces en le error de creer que no están sujetos al orden moral, y que pueden gobernar “como si Dios no existiera”. Pero Dios está por encima de todo, y Jesús enseña que “hay que dar al César lo que es del César”, pero sin olvidar “dar a Dios lo que es de Dios”.

Todo cuanto sucede en la historia del mundo, es algo predestinado, solo Dios sabe porque y para que. Por lo que podemos decir que los mismos gobernantes sin saberlo, son instrumentos del que Dios se sirve para realizar sus planes de salvación. En Isaías Is 45, 1. 4-6, se lee: “Así habla el Señor a su ungido, a Ciro, a quien tomé de la mano derecha, para someter ante él a las naciones y desarmar a los reyes, para abrir ante él las puertas de las ciudades, de manera que no puedan cerrarse.”, Este versículo, no muestra un ejemplo. Ciro, fue el fundador del imperio persa, que fue en manos de Dios el liberador del pueblo elegido. “a quien tomé de la mano derecha”. Y para mayor claridad, la lectura añade: “yo te llamé por tu nombre, te di un título insigne, sin que tú me conocieras”

Ciro, Rey de Persia es un pagano que ordeno la repatriación de los Judíos de Babilonia y autorizó la reconstrucción del templo de Jerusalén, entonces colaboró sin saberlo, a dar a conocer la omnipotencia del Dios de Israel y a divulgar su culto.

Entonces queda claro que en el destino de los hombres esta en la manos de Dios, aunque estos hombres no le conozcan, tengan distintas esperanzas e ilusiones y tal vez muy distintas intenciones. Por sobre todas las cosas, por encima de cualquier sistema de gobierno de los hombres, esta el gobierno de Dios. Es así como la misma lectura de Isaías reafirma: “Yo soy el Señor, y no hay otro, no hay ningún Dios fuera de mí.”

UNA INSIDIA FARISAICA BIEN PREMEDITADA

Los fariseos se reunieron para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones y Jesús aprovecha esta oportunidad para hacer notar su pensamiento acerca de la autoridad política y la legalidad del tributo al César. El pagar los impuestos al imperio romano era considerado por algunos como una limitación del dominio de Dios sobre su pueblo y desechar el pago podía ser interpretado como rebeldía a la autoridad constituida, entonces tanto si la respuesta de Jesús era positiva como negativa, provocaría una condena.

Esta fue una insidia farisaica bien premeditada. La pregunta no sólo era capciosa, sino especialmente comprometida en aquella época de exaltación mesiánico-política de independencia de Roma y de los “zelotes.” Admitir pagar tributo al Cesar era enemistarle con el pueblo. Negarlo era enemistarlo con las autoridades romanas y sanedritas, que lo utilizarían como halago a Roma.

HAY QUE OBEDECER A DIOS ANTES QUE A LOS HOMBRES

Las palabras de Jesús, terminan con el concepto antiguo que creía al estado como expresión no sólo de la autoridad política, sino también de la religiosa. Sin embargo Jesús, pone en claro una línea divisoria: la autoridad política, aunque derivada de Dios y obligada a respetar sus leyes, tiene un campo propio, el que se refiere al orden y bien público temporal; en este campo ha de ser reconocida, respetada y obedecida. Pero el estado no puede exigir lo que sólo se debe a Dios, o sea la sumisión absoluta. El cristiano debe mantener y defender su libertad de honrar a Dios por encima de toda ley o autoridad política, porque “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. Por tanto, el cristiano, sea en las circunstancias propicias como en las adversas, se mantenga firme en la fe, sin ceder frente a hostilidades, seguro de que “en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman” (Rm 8, 28).

UNA PREGUNTA CAPCIOSA Y DE GRAVEDAD EXTREMA

Las intrigas contra Cristo continuaban. Los fariseos le enviaron alguno de los suyos, según san Mateo, discípulos suyos que eran estudiantes ya aprovechados de la Ley, pero que aún no habían recibido el título oficial de rabí. Estos jóvenes, que podrían aparentar más naturalidad, pero eran los espías que le enviaron para sus oscuros propósitos.

Con ellos le enviaron también una representación de herodianos. Estos eran los partidarios de la dinastía de Herodes, por oposición a los partidarios deAntígono, lo mismo que gentes palaciegas de esta dinastía, y que estaban en buenas relaciones con la autoridad romana.

La pregunta podía encerrar un problema moral para algún judío de conciencia recta. El Señor de Israel era Dios.

Pagar un tributo a otro que no fuera el representante de Dios, ¿no era renunciar a la teocracia sobre Israel? Hasta hubo un levantamiento por este motivo. A la muerte de Arquelao, bajo el procurador Coponius (6 d.C.), Judas el Galileo (Act 5:37) armó una revuelta echando en cara a los judíos que pagasen el tributo a los romanos y que sufriesen otros señores mortales distintos de Dios. La pregunta está muy bien ambientada en aquella época de zelotes. Se entendía por el impuesto del censo todos los impuestos que habían de pagarse, en contraposición a los impuestos aduaneros. Podría referirse a la capitación, que era el tributo personal que debían pagar al César todas las personas, incluidos los siervos; los hombres desde los catorce años, y las mujeres desde los doce, hasta la edad de sesenta y cinco años para todos. Pero sería muy probable que, por la palabra impuesto, se refiriese aquí a todos los impuestos que los judíos tenían que pagar, directa o indirectamente, a Roma, en contraposición al medio “siclo” que, por motivo religioso, se pagaba al templo.

La pregunta capciosa que se hacía a Cristo era de gravedad extrema. Si decía que había que pagarlo, iba contra el sentido teocrático nacional, pues sometía la teocracia al Cesar y a Roma; aprobaba a los publícanos, estos eran muy odiados por recaudar estas contribuciones; y hasta querían ponerlo en contradicción consigo mismo, al admitir injerencias extranjeras en el reinado mesiánico: él que se proclamaba Mesías.

Y le preguntan a Jesús: ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?”. Pero Jesús, conociendo su malicia, les dijo: “Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa? Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto”. Ellos le presentaron un denario.


UNA RESPUESTA HABILÍSIMA E INESPERADA

Y Jesús les preguntó: “¿De quién es esta figura y esta inscripción?”. Le respondieron: “Del César”. Jesús les dijo: “Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios”.

Talvez este denario podía tener la imagen de Augusto o de Tiberio. Ya que las monedas del emperador anterior tenían curso válido en el del siguiente. Lo interesante es que pertenecía al Cesar.

La respuesta “Dad al Cesar lo que es del Cesar, y a Dios lo que es de Dios” es una respuesta habilísima e inesperada. La tradición cristiana primitiva exigirá la obediencia a los poderes constituidos (Rom 13:7; 1 Pe 2:13-14). El Estado tiene sus exigencias legítimas, pero no al margen de Dios. Precisamente se ha de estar “sujetos a toda ordenación humana por respeto a Dios” (1 Pe 2:13; Ap 17:Ι7-18). La respuesta de Cristo tiene un enunciado “sapiencial.” También la dominación romana, como castigo, contaba en el plan de Dios.

DAR A DIOS LO QUE ES DE DIOS

Pero si, por tanto, había que dar “al Cesar lo que es del Cesar,” había otra obligación también en los súbditos. Hay también que “dar a Dios lo que es de Dios.” En realidad, este precepto abarca el otro, de sumisión al poder constituido, y en éste cobra su fuerza aquél. Que den, pues, “a Dios lo que es de Dios,” no sólo en el orden moral personal, sino en el colectivo de la nación, en cuanto las exigencias teocráticas sean compatibles, en aspectos no esenciales, con las determinaciones del poder que los tiene sometidos.

Las obligaciones para con el Cesar son temporales; las obligaciones para con Dios son trascendentales. Fue una de estas enseñanzas definitivas de Jesucristo con una gran repercusión social-estatal.



Pedro Sergio Antonio Donoso Brant




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