viernes, agosto 08, 2014

UN LÍDER CON DISCERNIMIENTO: ABRAHAM

El patriarca descubrió el plan de Dios: ser bendición para todos los pueblos de la tierra, y colaboró incondicionalmente para llevarlo a cabo.

Creyó en Dios y renunció a su propio esquema de vida,dejando su patria y parentela, para aventurarse en un maravilloso designio para él, y a través de él.
Esperó contra toda esperanza, y cuando Dios le pidió entregar al hijo de la Promesa, respondió con generosidad, creyendo que Dios tenía poder para resucitar a los muertos.
Lo primero que necesita un líder cristiano es conocer profundamente a Dios y su designio de salvación.
De otra manera, no instaura el Reino de Dios en este mundo.
Cuando se edifica una casa, se contrata un “maistro”, que tiene tanta experiencia y sabiduría práctica, que muchas veces sabe más que un arquitecto o ingeniero. El “maistro” se ayuda de otras personas, a las que se les llama “peones”. El “maistro” sabe qué se va a construir y cómo se va a realizar. “Tú, -le dice a uno- cava una zanja para los cimientos. Tú, -indica a otro- comienza a hacer el drenaje. Y tú, -le manda a un tercero- levanta una pared aquí”. Todos colaboran para construir la casa.
Dios, se asemeja al “Maistro” que tiene los planos de la construcción de los cielos nuevos y la tierra nueva. Nosotros somos los “peones”, y hemos de trabajar de acuerdo al diseño divino; si no, perjudicamos la construcción. El discernimiento es saber qué quiere Dios para poder colaborar positivamente con Él.
Si en un mismo campo, uno siembra maíz, pero luego viene otro y encima planta frijol, uno más prefiere cultivar café, y por último, otro prefiere naranjas, cuando llegue el tiempo de la cosecha, ¿Acaso, alguno podrá recoger lo que esperaba? ¿No se habrán echado a perder las semillas y se habrá maltratado el campo?
Siempre y para todo, debe existir un plan que se respete y se siga. Dios, por su parte, ya elaboró el suyo. Desde toda la eternidad, con sabiduría y con amor Él ya planeó lo que quiere hacer en este mundo al que tanto ama.
Sin embargo, no basta que Dios diseñe su plan, se necesitan líderes que lo descubran y lo compartan a los demás. San Pablo por ejemplo, era un dirigente maravilloso, porque Dios le había revelado su plan y él lo transmitía a las diferentes comunidades.
A los dirigentes de Éfeso les dijo:
No me acobardé de transmitirles todo (plenamente, enteramente) el plan (el designio, el consejo, la voluntad) de Dios: Hech 20, 27.
El líder cristiano conoce el plan de salvación y es capaz de indicar a las demás el camino.
Abraham comunicó este plan a su hijo Isaac, en forma de bendición.
Cuando dos personas van montadas en un mismo caballo, una va adelante y otra va atrás. El de enfrente lleva las riendas, porque puede ver claramente el panorama. El líder es una persona que conoce el camino, ve más allá y sabe a dónde vamos. Por eso, lleva las riendas de la comunidad.
Para iniciar la etapa de la Monarquía en Israel, Dios escogió a Saúl, que era “más alto que todos los demás” (Cf. 1Sam 9,2).
Esto no se refiere principalmente a su estatura física, sino a su capacidad de ver más lejos y con mejor claridad. Esta clase de líderes son capaces de iniciar etapas nuevas en la Historia de la Salvación.
Si un líder no conoce la voluntad de Dios ¿cómo va a poder asegurar a los demás “ésta es la voluntad del Señor”? Es mejor que deje a otro las riendas del caballo y que él, por lo tanto, se siente atrás. Por eso, la característica primordial de un líder cristiano es conocer el plan de Dios.
En la parábola del trigo y la cizaña encontramos siervos sin discernimiento que quieren arrancar la mala hierba a costa de cortar también el trigo. Estos siervos no tenían discernimiento. Pero también existen los segadores, que saben distinguir el trigo de la cizaña y luego atan la mala hierba para quemarla en los hornos. En el plan de Dios no sólo se preserva el trigo; hasta la cizaña se aprovecha como combustible para cocer el pan de trigo.
Sin embargo, tampoco es suficiente cumplir lo que Dios quiere ni cuando Dios quiere. Es necesario hacerlo como Él quiere.
Los escribas y fariseos daban limosna, rezaban y ayunaban, pero no lo hacían como Dios quería; les faltaba pureza de intención que es lo que le imparte valor a las acciones que realizamos.
El verdadero líder no es el que da retiros maravillosos,  que con su predicación nos hace llorar o tiene el don del micrófono y hecha demonios por docenas. No. El líder cristiano es aquel que conoce el plan de Dios, cuándo y cómo realizarlo.
Lo más importante para un líder es tener esa luz de Dios para descubrir su plan eterno y universal.
El patriarca Abraham poseía esta luz que lo convirtió en padre de un pueblo que sería bendición
para todas las naciones.
Tomado del libro "Formación de líderes"
de José H. Prado Flores










No hay comentarios:

Publicar un comentario

Use su derecho, Haga su comentario
Advertencia:
No use lenguaje obsceno, insultante, etc...